miércoles, octubre 04, 2006

UNA COBARDÍA IMPRESENTABLE


Yo detesto a Augusto Pinochet en función de lo que es como signo. Es el mayordomo de los sirvientes que decidieron rebelarse contra sus amos. José Donoso lo escribió con singular maestría en Casa de Campo.
¿Es malo Augusto Pinochet? Sí, lo es. Lo es por sibilino e hipócrita. Lo es por cobarde y por gurrumino. Lo es por haber permitido que su dictadura deviniera en un pérfido matriarcado: la sangrienta dictadura de Pinochet fue la dictadura de Lucía Hiriart.
Pero, al igual que cualquier animal humano, Pinochet tiene derecho a la misericordia de Dios.
Hace poco, la Vicaría General Castrense quiso poner a un capellán militar católico para que administrara al anciano ex dictador el último sacramento: La Santa Unción, antes llamada Extremaunción. El hombre está viviendo una senilidad dolorosa. Se alimenta sólo con papillas. Es claro que morirá pronto.
¿Y qué ocurrió? Ocurrió que todos los capellanes militares buscaron excusas para negarse a visitar a Pinochet. Sólo uno, el capitán del Servicio Religioso Carlos Roberto Melo Cruces, capellán de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales, tuvo la hidalguía de llevarle el postrer consuelo de la Fe Católica.
¡Es inconcebible! Es una grosera cobardía. Es un hecho que habla a las claras de decadencia. Es un cartuchismo absolutamente impropio en hombres consagrados a Dios. Es un correlato clarísimo del escepticismo que embarga a muchos católicos.
Desde estas páginas, no puedo sino repudiar esa cobardía, así como felicitar al capellán Melo por su hombría.

Aníbal Barrera Ortega
Periodista
Capitán (R)