jueves, febrero 07, 2008

CARTA A LOS MEDIOS DE PRENSA


Temuco, 6 de febrero de 2008.


Señor director:

El ahora retirado general Gonzalo Santelices no es culpable, no lo es en absoluto. Su paso a retiro –que, estoy cierto, respondió a una decisión y a presiones institucionales, y no fue para nada voluntaria– es injusto. Completamente injusto. Es falaz lo afirmado por el abogado Héctor Salazar en cuanto a que Santelices “pudo haberse negado, como se negaron muchos de los oficiales de la época, a cumplir este tipo de órdenes, y no les pasó nada” (Radio Cooperativa).
Yo también era subteniente en aquellos días de aquelarre. Y no sé de ningún oficial de las Fuerzas Armadas o de Carabineros que se haya negado “a cumplir este tipo de órdenes” (muy distinto es el caso de algunos uniformados, manifiestos simpatizantes del Gobierno del Presidente Allende, que fueron separados de sus cargos el mismo 11 de septiembre de 1973 e inmediatamente encarcelados, vejados y torturados).
Después del inicio de la tragedia, ningún oficial se negó a cumplir órdenes homicidas. Y la razón es clara: estábamos completamente convencidos de la plena justicia de todo cuanto se obraba. Es que se nos mintió pérfidamente. Se nos habló de la necesidad de destruir el terrorismo marxista. Se nos contó historias sórdidas acerca de lo que comunistas, miristas, socialistas, mapucistas y cristianos de izquierda pensaban hacer con nosotros y con nuestras mujeres e hijos. Se nos convenció de la existencia del Plan Z.
Ahora bien, ¿era la superioridad militar de aquellos días la culpable única de todo aquel hervidero de embustes? No, ciertamente. Había toda una “intelectualidad” que vestía de civil –proveniente sin duda de los mismos sectores políticos que habían logrado convertir a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile en una retahíla de obsecuentes– urdiendo y difundiendo historias macabras. Sembrando el odio que es capaz de engendrar torturadores psicóticos y asesinos.
Santelices, señor director, no es un asesino. En aquellos días, se limitó a cumplir una orden imposible de soslayar, una orden cuya validez él no podía objetar. Santelices estuvo, está y estará seguro de haber cumplido con su deber de militar. Es grosero decir que después de la masacre que tuvo que contribuir a perpetrar haya sido un corcho que “flotó en aguas turbulentas” (la metáfora corresponde al abogado Salazar). Él nunca se supo culpable.
El general Santelices no es un asesino. Hay muchísimos asesinos que no vistieron uniformes militares en aquellos días y que hoy viven su vejez con una placidez envidiable.



ANÍBAL BARRERA ORTEGA
Periodista
Capitán de Ejército ®
Exonerado Político

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