martes, abril 25, 2006

Tema muy actual



Contratistas e inspectores

Aníbal Barrera Ortega

Nuestra columna de hoy tiene que ver con caminos. Como se verá, es un tema de álgida importancia: ¿será posible perder de vista que nuestra aporreada región de La Araucanía cuenta con una red vial que supera en extensión los 12 mil kilómetros?
Bueno, para empezar el asunto, se ha de decir que en cualquier diseño vial –construcción de un nuevo camino o mejoramiento o mantención de un camino ya construído– intervienen dos grandes protagonistas: los contratistas y los inspectores fiscales. Entiéndase por contratista al empresario particular de construcción vial que se adjudicó una propuesta pública, y por inspector fiscal al funcionario profesional que, se supone, cautelará el cabal cumplimiento del contrato en beneficio del interés del Estado de Chile, lo que, al menos en principio, viene a significar en beneficio de todos los contribuyentes.
Pero ¿qué es lo ocurre en la porfiada realidad? Ocurren varias cosas.
Por una parte, la experiencia muestra que los inspectores fiscales, se diría que en un 50 por ciento de los casos, no son idóneos para serlo. Un inspector fiscal realmente eficiente debe conocer cada paso del proceso contenido en el respectivo contrato, lo que viene a ser lo mismo que decir que ese profesional debe estar ampliamente compenetrado de la estructura orgánica y técnica del servicio para el cual trabaja. Estamos hablando de caminos; el proceso de construcción o de mantención reconoce etapas casi obvias: chequeos de laboratorio de mecánica de suelos, lógica de proyectos, prevención de riesgos, legislación laboral, conocimiento medioambiental, legislaciones específicas, etc., etc.
Y como lo decíamos, sólo un 50 por ciento de los inspectores fiscales presenta una básica idoneidad técnica para cumplir adecuadamente sus funciones (ya hablaremos de la idoneidad moral).
Ahora bien, ¿qué sería deseable en las empresas contratistas? Más que deseable, resulta imprescindible que se trate de entidades altamente profesionalizadas; ¿es así? Desgraciadamente no.
Las empresas contratistas que operan en nuestra región (y mucho nos tememos que en la mayor parte de nuestro Chile) son empresas familiares. Por ejemplo, un constructor civil con vocación de empresario, que cuenta con un capital suficiente, podrá echar a andar una empresa vial y tenderá idefectiblemente a procurar espacios de trabajo para sus parientes y amigos. El resultado surge obvio: la profesionalización de esa empresa será difícil. En el mejor de los casos, el capital podrá permitir que se cuente con los medios técnicos estrictamente necesarios para el funcionamiento de la empresa, pero será altamente improbable que se busque el perfeccionamiento. Agreguemos que nada parece impedir que esas empresas escapen a la lógica del lucro, claramente predominante en los días que corren.
En la práctica, entonces, las empresas contratistas deben apostar a amañar los contratos tanto como sea posible. De lo que se trata es de economizar al máximo; donde, por ejemplo, el contrato establecía la necesidad de emplear quinientos sacos de cemento, la empresa hará lo posible por gastar sólo trescientos… si es que.
No es necesario gastar excesivas explicaciones para que Ud., estimado(a) lector(a), caiga en la cuenta de que tales economías van en necesario desmedro de la calidad de la obra vial ejecutada y, no pocas veces, en hipotético desmedro de su propia vida o integridad física cuando Ud. deba conducir su vehículo por ese camino.
¿Cuál es el medio que permite amañar contratos? Es muy fácil: el empresario debe ser obsequioso con el inspector fiscal (frente al cual se tiene en un 50 por ciento de los casos plena seguridad de su ignorancia y torpeza). Se le debe atender con almuerzos y asados pantagruélicos, con muchos aperitivos, vinos intermedios y bajativos.
Pero las ingestas son sólo un eslabón. Básicamente amansado con muchos bajativos, el paso siguiente será ofrecerle estipendios extras o brindarle granjerías adicionales. ¿Mujeres? ¿Por qué no? ¿Drogas duras? ¿Por qué no?
¿Se da cuenta, amigo(a) lector(a), de lo que estamos hablando? Estamos hablando sencillamente de que estamos en presencia de una lenidad manifiesta y de una corrupción aún larvada.
¿Se dan cuenta, estimados(as) señores(as) políticos(as), de los riesgos que seguimos corriendo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tema muy actual, bla bla bla bla bla.